George W. Bush en pantalla

Hace poco sucedió algo que muchos en el mundo estábamos esperando: George W. Bush dejó la casa blanca.  Su nuevo ocupante, el señor Obama, con todo el folclor que ha rodeado el hecho de que un negro sea elegido presidente del paí­s dizque más poderoso del orbe, se ha llevado todo la atención de los medios. Sin embargo, el ex-presidente petrolero sigue, y seguirá, robándose un espacio en las pantallas.

Dejo de lado lo del carisma que le atribuyen y otras cosas que yo no logro ver en este personaje, para referirme a dos casos puntuales de productos audiovisuales que he visto hace poco.  El primero, con mayor bombo, aunque no tanto, es la pelí­cula de Oliver Stone que tiene por nombre W. Un filme que propone una mirada a la vida í­ntima del ex-jefe del norte. El segundo, más humilde, menos pretencioso, es el documental ficticio  del indio Kunaal Roy Kapur que, en clave de humor, juega con la imagen del esquivador de zapatazos.

Estos dos productos son un ejemplo, de muchos que vendrán, creo, porque obededen a la importancia que tienen los hombres de su ralea.  Importancia como personaje, como hombre caricatura, como sí­mbolo de estos dí­as locos de nuestro loco mundo. El tinte nostálgico de esa imagen del ex abandonando la que fue su morada en los años pasados es uno más de los matices del George W. Bush que podremos  ver en adelante.

Stone lo muestra torpe, pero determinado; inmoral en parte de su accionar, pero religioso como el que más. En su pelí­cula retrata sus problemas con el alcohol, su indecisión vocacional, sus obsesiones y temores;  lo humano, podrí­amos decir.  Mientras tanto, el indio Kapur, en su propuesta juguetona en la que una embajada americana en India realiza un reality para escoger al joven que saludará de mano al presidente en su visita de estado, se ocupa del estereotipo, de las imágenes que quedan de los discursos tristemente célebres del Mister Danger de Chávez.

Como buenos precedentes en la televisión ya tení­a un par de series entre mis favoritas: las aventuras animadas de Walker Baby combatiendo a sus archienemiguitos en Lil’ Bush (Pequeño Bush) y las desventuras cargadas de inseguridades atendidas por la mujer del  former president en That’s My Bush.  Un par de muestras simples que se suman a los dos filmes que mencionaba, W. y The President Is Coming. Muestras llenas de sátira, si no sobra la aclaración.

Estos casos  me han tenido pensando sobre lo que significan personajes como éste para el registro de los hechos de la existencia humana. Por ejemplo, en W. al polí­tico le preguntan por el lugar que piensa que ocupará en la historia,  y el lamentable homo sapiens responde: «En la historia todos estaremos muertos».  Y yo creo que, al contrario, personajes como él no pueden estar muertos en la historia, sino que su nombre debe resaltarse con vivos colores en la sección de los sucesos desafortunados.

Bush merece toda la pantalla.  Como otros personajes nacionales que ya tendrán su oportunidad y que mientras tanto, se dibujan en pequeñas dosis de sátira que nos proveen los valientes.