Es usual que los fines de semana el silencio matutino sea roto con un grito venido de la calle anunciando la llegada del mazamorrero. El mazamorrero es aquél que vende mazamorra. Â La mazamorra es una especie de resabio culinario heredado en pocos territorios, y consistente en granos de maíz cocido nadando en su propio caldo y con frecuencia acompañado de leche y algún dulce. Â La mazamorra es de mis comidas favoritas. Puedo pasar un día entero pegado de una buena olla de mazamorra y suficiente cantidad de panela machacada.
Desde pequeño he acudido al llamado del mazamorrero. Â Apenas su oferta en forma de alarido atraviesa la ventana, desde adentro una voz anuncia que hay que buscar la olleta para ir a comprar unas cuantas tazas del manjar. Dos, cuatro, seis, dependiendo del ánimo y la cantidad de comensales. Ninguna a veces, cuando se cuenta con el maíz remojando desde la noche anterior para la preparación casera.
Ahora la mazamorra se prepara después de destapar un paquete. Antes, la mejor forma, la apropiada, incluía someter el maíz al contacto entre un mortero y un pilón. En vida, mi abuela recordaba siempre los tiempos en que ella misma pilaba el maíz para la mazamorra. Â El mazamorrero trae mazamorra pilada y esa es su ventaja, porque el sabor logrado de un paquete definitivamente no es el mismo.
Podría decirse que la mazamorra entra en el nivel de esos que llaman gustos adquiridos. En otras regiones del país y el continente este brebaje tiene modos de cocción e ingredientes de todo tipo. No es lo mismo. No sabe igual. La mazamorra que yo he conocido es básica, simplona, sin mucha gracia, bastante humilde, pero es mi mazamorra, la que me recuerda a mi abuela, la que he comido desde siempre con panela machacada.